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Una de las principales dudas que hay acerca del COVID-19 es el tiempo que tomará volver a las actividades que realizamos cotidianamente. Con miles de personas muriendo diariamente y la economía mundial estancada, millones de personas están a la espera de una vacuna que nos libre de la pandemia.
Gran Bretaña, China, Estados Unidos, Australia y Alemania son los países que actualmente están trabajando en desarrollar una vacuna, aunque ninguno de ellos ha logrado presentar datos suficientes para sustentar las pruebas que han realizado hasta ahora.
Moderna, empresa de biotecnología enfocada en el descubrimiento y desarrollo de medicinas, ofreció una luz de esperanza al mundo al anunciar el 18 de mayo que la primera vacuna contra el coronavirus en ser probada en personas parece ser segura y capaz de generar inmunidad contra la infección.
Ocho personas de Seattle, en el estado de Washington, recibieron dos dosis cada una de la vacuna experimental, y los resultados parecieron ser exitosos. El siguiente paso es hacer pruebas mucho más grandes, primero en cientos y luego en miles de individuos, para determinar si la vacuna puede funcionar a escala mundial.
Sin embargo, expertos en el tema tienen sus dudas al respecto, pues la tecnología que Moderna utiliza, la cual involucra un material genético del virus llamado ARNm, es relativamente nueva y aún no ha producido ninguna vacuna aprobada.
Los cuestionamientos vienen luego de que al realizar el anuncio sobre la vacuna, Moderna no reveló información relevante sobre los estudios, algo que para la comunidad científica es indispensable en este tipo de temas.
El estudio se realizó en el Kaiser Permanente Washington Health Research Institute. En la siguiente fase del estudio, que será dirigido por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, los investigadores buscarán determinar qué dosis es la mejor para un experimento definitivo, el cual comenzaría en julio.
Por su parte, la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña, fue la primera en anunciar a finales de abril que había desarrollado una vacuna contra el virus, la cual arrojó resultados alentadores en pruebas realizadas a monos Rhesus, también llamados macacos.
Días después comenzaron los ensayos en humanos. La vacuna se les inyectó a dos voluntarios, los primeros de más de 800 personas reclutadas para el estudio. Si la vacuna puede proteger eficazmente a las personas contra el nuevo coronavirus, las primeras dosis podrían estar listas para el otoño, según un blog publicado en el sitio web oficial del ensayo.
Las de Oxford y Moderna son dos de las ocho vacunas en desarrollo que han sido aprobadas para ensayos clínicos, según la Organización Mundial de la Salud.
Cuatro de esas vacunas se están desarrollando en China, donde surgió el brote. El país asiático está bajo una intensa presión internacional, pues se le culpa de la propagación desmedida del coronavirus por no haber tomado oportunamente medidas sanitarias para controlarlo, y no informar rápidamente a otros países sobre la magnitud del problema.
Dos empresas, Sinovac y Cansino Biologistics, así como el Instituto de Productos Biológicos de Beijing, y el Instituto Biológico de Wuhan, están buscando la cura contra la pandemia, pues si China pudiera idear una vacuna viable, eso ayudaría a reparar la imagen del país, al que muchos culpan por lo que está sucediendo a nivel global.
Por ello, el gobierno chino ha acelerado proyectos e invertido todo tipo de recursos para encontrar una vacuna. De hecho, el presidente chino, Xi Jinping, se ha comprometido a hacer que cualquier vacuna efectiva contra el coronavirus desarrollada por China sea accesible y asequible a nivel global
Mientras ese momento llega, será difícil reabrir con normalidad la economía alrededor del mundo, pero en particular en Estados Unidos, por mucho el país más golpeado por la pandemia, con 1 millón 580 mil 345 casos y 93 mil 622 fallecidos hasta el 20 de mayo.
Debido a ello, algunos gobernadores y alcaldes de grandes ciudades del país dicen que las restricciones de permanecer en casa no se eliminarán por completo hasta que esté disponible una vacuna o tratamiento para la enfermedad, algo que algunos investigadores creen que podría tomar un año o más.
Alejandro Cortés