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Septiembre es el Mes de Concienciación sobre el Suicidio, lo cual nos brinda la oportunidad de hablar sobre un tema estigmatizado y al que muchos consideran un tabú, lo cual puede resultar sumamente incómodo, pero es muy necesario en momentos como los que atravesamos ahora.
El suicidio es la segunda causa principal de muerte entre las personas de 10 a 34 años en Estados Unidos, y estos números han empeorado en los últimos meses debido a los efectos generados por la pandemia del COVID-19, no solo en el país, sino alrededor del mundo.
Por ejemplo, en Italia se reportó el primer suicidio relacionado con la pandemia en marzo, cuando un paciente que sufría de bronconeumonía saltó por la ventana del hospital donde estaba esperando los resultados de las pruebas para ver si estaba infectado.
Desde entonces se han reportado muchos otros suicidios, principalmente entre los trabajadores de salud de primera línea, las personas que esperan los resultados de las pruebas y los afectados por las bancarrotas relacionadas con el coronavirus, pero esas cifras han sido opacadas por la alta tasa de muertes relacionadas con el COVID-19.
Según un estudio de Oxford Academic, múltiples líneas de evidencia indican que la pandemia tiene profundos efectos psicológicos y sociales, cuyas secuelas probablemente persistirán durante meses, o incluso años. Los estudios indican que la pandemia se asocia con angustia, ansiedad, miedo al contagio, depresión e insomnio en la población general y entre los profesionales de la salud.
Estos sentimientos pueden conducir al desarrollo o exacerbación de trastornos depresivos, ansiedad, uso de sustancias y otros trastornos psiquiátricos en poblaciones vulnerables, incluidas personas con trastornos psiquiátricos preexistentes, lo cual eventualmente puede llevar a que alguien se quite la vida.
“Si ya tienes una tendencia a no poder manejar los problemas que tienes a tu alrededor, esto viene a acelerar la decisión de cometer un suicidio. La pandemia puede ser el detonador de una conducta suicida”, dice Ada Sánchez, psicóloga del Instituto de Estudios de la Pareja, en la Ciudad de México.
Aunque este es un tema a nivel internacional, el riesgo de suicidios relacionados con la pandemia sigue siendo una preocupación particular en Estados Unidos, ya que es el país con más muertes por COVID-19 en el mundo. Según cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, el suicidio es la décima causa principal de muerte en el país, con un aumento del 35 por ciento entre 1999 y 2018.
“La sociedad está tendiendo falta de comunicación, se está convirtiendo en una sociedad aislada, porque te puedes comunicar con un celular, y entonces no convives con otras personas, y eso evita que la gente puede ver las tendencias suicidas de algunas personas” agrega Sánchez. “Esto ha venido a incrementar la tendencia al suicidio, porque estamos viviendo muy aislados, y además con los miedos a escenarios fatales, donde veo que no hay salida, no hay solución a las circunstancias que hay en la vida”.
La crisis del COVID-19 puede aumentar las tasas de suicidio durante y después de la pandemia. Es probable que las consecuencias para la salud mental, incluida la conducta suicida, estén presentes durante mucho tiempo y alcancen su punto máximo después de que la pandemia sea superada.
Para reducir los suicidios durante la crisis sanitaria, es imperativo disminuir el estrés, la ansiedad, los miedos y la soledad en la población en general, y para ello existen algunos recursos disponibles.
La Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA, por sus siglas en inglés) ofrece ayuda para las personas con síntomas de ansiedad excesiva, preocupación constante y otros síntomas parecidos a la depresión.
Si usted o alguien que conoce muestra alguno de estos síntomas, puede hablar con un consejero de la SAMHSA. La línea de ayuda es 800-985-5990 (opción para español) o puede enviar un mensaje de texto con la palabra Hablanos al 66746, para obtener apoyo y asesoramiento. Esta ayuda está disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana, durante todo el año.
“Si no se tiene la posibilidad de una terapia psicológica, también se puede recurrir a la ayuda religiosa o espiritual, aunque lo mejor siempre es tener a un experto en salud mental para que te ayude con este tipo de trastornos”, explica Sánchez.
Alejandro Cortés